Tras un par de escuchas a La
noche eterna – Los días no vividos uno se da cuenta que todo ha cambiado, pero,
sin embargo, todo sigue ahí.
Si tuviese que definir este nuevo y esperado disco
de la banda catalana sería como un disco de poesía urbana. Muchos caímos en su
red con aquel 1999, entre los que me incluyo, un disco que giraba en torno a
dos personas y su historia, un disco con el que fácilmente nos identificamos
mil almas que poblamos sus conciertos siempre que pasaban por nuestras ciudades
y nos dejábamos llevar, hechizados, conmovidos por su música. Han vuelto, nunca
se fueron, pero el concepto ha cambiado, ya no es una historia de dos, en este
doble álbum tenemos un protagonismo coral, más indefinido quizás, pero con la misma lírica impecable que en este
disco de canciones se mueve buscando nuestro punto débil y nos vuela la cabeza.
Del mismo modo que existe una división, tanto física como nominal, podemos
encontrarnos dos tipos de canciones en esta nueva etapa: unas más relajadas
donde la música se encuentra al servicio de una letra, ahí tenemos una Oniria e insomnia, de las composiciones
de la banda más bellas, o Los días no
vividos, y otras que incitan a la fiesta de esa noche eterna a la que nos
invitan; imposible no moverse con esos sintetizadores que suenan en Si tú me dices Ben, yo digo Affleck o
corear El hambre invisible.
Desconcierta, sí, después de acostumbrarse a la obra maestra que es 1999, esto
llega e innova, el amor y sus consecuencias cambia a una ciudad que grita de
noche y te canta de día como hilo conductor de esta colección de canciones. Es
brillante el camino por el que nos llevan, por las calles vacías y los
interiores de personas sin nombre, que podemos ser tú y yo, seres únicos, pizzigatos
urbanitas, alumbrados por antenas que retransmiten Radio Himalaya, en una noche
eterna y días no vividos. Estamos ante otro gran capítulo de Love of Lesbian,
me han vuelto a ganar.
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